Lealtad ciega y pertenencia al grupo
Los
humanos tenemos tendencia a crear grupos, una familia donde ser acogidos,
apoyados y nutridos. Somos seres sociales y nos gusta estrechar lazos donde
sentir que pertenecemos a un sistema mayor. El problema radica cuando, por
miedo a ser expulsado, rechazado o ignorado del grupo, entregamos nuestro poder
y nuestra libertad, rebajándonos en nuestra valía por no molestar o hacer
sentir incómodos a los demás.
Da
igual el grupo del que se hable, puede ser dentro de la familia, en el trabajo,
amigos, o cualquier actividad grupal.
En
este sentido, va a haber siempre un jefe, o líder que esté a la cabeza del
grupo. Puede ser un buen líder o por el contrario, estar en esa posición
actuando desde su Ego. Es lo que llamaré “líder narcisista”, pues busca en sus seguidores
ser idolatrado y reconocido. A cambio, este líder va a reconocer la pertenencia
en el grupo de los que se acaten los parámetros establecidos. Por lo tanto,
podemos estar expuestos a una situación condicionante sin ser consciente de
ello. De ese grupo es que se va a establecer “nuestra vida”, pues es de donde
sacaremos nuestra nutrición ahora, si sobrevivimos o no, por lo que nuestros
mecanismos de supervivencia se van a poner en alarma para actuar de la mejor
manera para quedarnos ahí.
Si algo nos dice que no estamos en el lugar
adecuado, tendremos una lucha interna entre el “seguir en el grupo” y el
impulso de “abandonar el grupo”. Esta lucha se va a bañar de emociones y pensamientos
contradictorios y culpa. No se trata de respeto, es una falsa lealtad al grupo
por miedo a lo que dirán, a que me repudien. Para salir de ese círculo es
importante volver a tomar nuestro poder antes cedido, y tomar la determinación
de vivir por nosotros aunque ello cause que sigamos nuestro camino en
solitario.
Cuando
seguimos a una persona, antes de sus logros o su posición social o hasta lazos
de sangre, debemos preguntarnos si es una persona íntegra que se merezca
nuestro respeto, actuar desde nosotros para nosotros y no ir a remolque de los
demás. En este sentido tenemos que tener especial cuidado con los “maestros”
que nos encontremos. No porque sea nuestro maestro debemos asumir una lealtad
ciega hacia él sin cuestionarnos ninguno de sus actos. Pertenecer a su grupo no
hará que nuestra valía aumente ni crecerá nuestra autoestima. Sino que viviremos
con miedo a ser expulsados y perder los beneficios que ello nos acarre. Nos engañamos pensando que somos leales,
siguiendo al maestro con total confianza. Pero no estoy hablando de ahora no
tener estima y confianza por quien consideres tu maestro, pues es de vital
importancia que haya un respeto mutuo y una entrega, sino ser capaces de
discernir un verdadero maestro de uno que solo busca esa idolatría y tener la
suficiente valentía para dejarlo si es lo que tu interior te dice. Y no podemos
olvidar que no hay maestros externos, sino guías que nos muestran el camino, que nos ayudan a despertar nuestro maestro interno desde ser maestros
de ellos mismo, no desde una posición superior en la que, por su baja
autoestima, pisotean a sus alumnos para sentirse mejor.
Debemos hacer una
auto-indagación, preguntarnos a nosotros mismos el “¿para qué?”o “¿con qué
propósito?” actúo de esta forma o hago algo, si solo buscamos un reconocimiento
externo o que nos vean y valoren, nuestra actitud estará guiada por nuestro Ego.
Nadie es más que otra persona porque tenga más títulos, más reconocimiento o
más sabiduría. Debemos valorar a la
persona que está detrás de todo eso, aun cuando se equivoque o muestre sus
debilidades, pues en la vulnerabilidad es donde radica la fuerza. Y movernos
desde nuestro sentir profundo, sin dejarnos llevar por el miedo siendo
consientes de nuestras propias intenciones u objetivos.